Querida María, 

Debo confesarte, querida María, que al ver las torres altas de vigilancia, las paredes rematadas con alambre de púas y las patrullas saliendo y entrando del lugar, comencé a sentir nervios… Muchos nervios.

En la puerta las custodias revisaron mis cosas con cierta indiferencia. Me pidieron papeles, permisos y razones, para luego pasar a un segundo y a un tercer punto de control. Y así, puerta a puerta, me llevaron por esos pasillos grises, que van deslavando los tonos del mundo exterior para vestirse de ladrillo, de cerca, de cerrojo.

Llegamos luego de varias puertas, a lo que parecía un espacio en construcción, con paredes inacabadas y varillas desnudas, pero en medio de ese extraño lugar, me golpeó de pronto un estallido de verde, amarillo, rojo y azul. Y es que, para describirlo, no se me viene a la mente otra idea más que la de un verdadero “oasis de color” en medio de un desierto de hormigón. Habíamos llegado al espacio del “Ambiente Montessori, dentro del penal de Mazatlán, creado por el proyecto Origami.

Me habían invitado por parte de “Horme” (Organismo de AMI México encargado de hacer red con instituciones sociales de inspiración Montessori) a apoyar a Origami para realizar un video con el que celebraban su aniversario. La grabación tomó dos días en los que pude conocer el trabajo que se realiza con los hijos de las PPL (Personas Privadas de la Libertad) que, hasta los 3 años, tienen permiso para permanecer con sus madres dentro del penal.  

No puedo explicarte María, lo bello y lo especial que resulta el observar tu trabajo dando frutos incluso en estas circunstancias. El niño, el ambiente y el adulto en esa maravillosa danza armoniosa del descubrimiento, el ejercicio repetido y los sentidos tomando forma. Esa misma danza que parecería tan normal de un ambiente, pero que aquí contrasta con la torreta y la alambrada que se asoma por la ventana.

Con mi cámara seguí a un pequeño que llega al mueble de la cocinita para tomar un vaso y servirse agua de limón, con perfecto control de la jarra grande. Más tarde su mamá (PPL), me confesaría que se le hacía mágico poderlo ver tan independiente luego de que, años antes, tiraba todo a su alrededor dentro de la celda a la que ellos llaman casa.

Torre Rosa en ambiente

Grabamos a los bebes gateando, caminando y escalando por el pequeño jardín, perfectamente montado con lo necesario para que ellos sean tan libres como las aves que constantemente sobrevuelan las paredes altas de la prisión. Y es que este ambiente se ha preparado para demostrar que no existen cadenas que detengan el espíritu de un niño.

Entrevistamos a las asistentes (una de ellas PPL) y logro ve que este proyecto les ayuda a mirar con esperanza lo realizado, no solo porque les brinda algo que hacer mientras cumplen su tiempo adentro, sino porque este lugar representa para ellas una segunda oportunidad.

Platico con las mamás y se vuelve tan ameno que, a momentos, olvido donde estoy. Olvido que detrás de cada una de ellas hay malas decisiones, hay gente que salió lastimada y hay mucho dolor por reparar; pero que al estar sentados todos juntos, en ese hermoso “oasis” de vida y viendo a los niños explorando curiosos ese pequeño laboratorio del mundo que los espera afuera, nos sentamos y miramos en ellos la esperanza de un futuro, la promesa de un “mañana” mejor, donde no haga falta poner paredes al rededor del ser humano.

Montessori en el penal de Mazatlán

Gracias Origami por creer en las segundas oportunidades, gracias Horme por crear redes y unir sueños, gracias, María… gracias por todo.  

Conoce más del proyecto ORIGAMI – Vida Interna, en si sitio: 

https://www.origamividainterna.org/

Y no dejes de apoyar a la hermosa labor que realizan.